A estas alturas de curso, no creo que todavía haya alguien que piense que la química es aburrida, y ¿dificil? pocos, muy pocos.
¿Pero se habia planteado alguien que la química está buenísima? Buenísima, riquísima, dulcísima...
Y todo gracias a las recetas heredadas de nuestras madres, nuestras abuelas, nuestras queridas científicas anónimas que con su método científico han cuidado de nuestra alimentación y nuestra salud toda su vida.
Gracias a ellas, hoy hacemos sus bizcohos pero en el laboratorio de química. Cambiamos las cacerolas por nuestros cristalizadores y vasos de precipitados. Pesamos sus medidas para transformar sus recetas en gramos y en onzas (que para eso somos bilingües) y poder calcular el tanto por ciento de cada componente.
La química y la vida van de la mano. Pocas cosas no son química, aunque la mayoría de las veces no lo sepamos. Y por supuesto, hay muchos científicos licenciados y licenciadas, pero hay muchas otras que deberían serlo por méritos propios, como nuestras madres y abuelas, y no somos conscientes.
Hemos disfrutado haciendo un bizcoho, hemos aprendido (espero) mucho, acerca de las mezclas y las concentraciones. Como siempre, hice muchas fotos y lo he montado en video. Pero excepcionalmente, dejadme que se lo dedique a NUESTRAS MADRES Y ABUELAS: un humilde homenaje y un millón de GRACIAS por ser ellas.
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